No busco nada. No busques nada. Todo es producto de nuestra imaginación.

viernes, 2 de marzo de 2012

Trotaparo


Publicado por El Mundo en su edición de Baleares el 2 de marzo de 2012.

Periodismo en Paro

MARCOS TORÍO


EL PARO es el nuevo SIDA. Me lo dice una amiga periodista desempleada y ya sin prestación por boca de su psicoterapeuta, la que trata de ordenarle la cabeza cuando se le descoyunta de impotencia y desesperación. El discurso no es esperanzador, pero invita a una reflexión sobre el estado de las cosas. La experta cree que la sociedad ha instaurado la idea de que todo el mundo debe trabajar por cuenta ajena y que, por tanto, sólo la esfera empresarial es capaz de ofrecer un empleo a los millones de personas que se baten a diario por conseguirlo. La única mano que se asoma al pozo. 

La ansiedad por desbloquear la condición de parado impide potenciar la propia creatividad, idear fórmulas autónomas con las que reengancharse a la vida estable de la nómina, la hipoteca, el alquiler y el consumismo loco que mueve el mundo. 

A veces la fórmula funciona y el secreto se halla en buscar nuevos nichos de mercado, aunque antes habría que plantearse si existe siquiera dinero para que el cliente potencial pague por los servicios que se le ofrecen. «Hay que inventarse trabajos», me asegura quien está volcada en las oportunidades que se derivan de la comunicación 2.0. Y le doy la razón, aunque me dé pereza la idea no ya de gestionar un blog sino simplemente de abrir una cuenta en Facebook. 

Un nombre atractivo –preferiblemente en inglés– que enmascare la oferta es el siguiente paso. Ella se saca un extra como community manager, algo así como gestora de redes sociales o, más llanamente, poner en circulación a un usuario o empresa en el universo de las redes sociales. Así, mientras algunos explotadores ofrecen 50 céntimos a un periodista por escribir un texto, otros están dispuestos a pagar hasta 50 euros la hora por que les enseñen a tuitear. 

El mayor problema del periodismo somos los propios periodistas, individualistas y carentes de cohesión para defender una profesión cada vez más denostada y devaluada. Existe la creencia de que cualquiera puede ejercerla a poco que sepa juntar cuatro letras o decir la primera barbaridad que se le pase por la cabeza frente a una cámara o un micrófono. Los tertulianos arrabaleros y una caterva deegobloguers absurdos a los que se les confiere un poder que no tienen han terminado por convertir la profesión en un escaparate vanidoso donde el quién pesa mucho más que el qué. 

Aparte de hacer lo posible por revertir la situación, seamos pragmáticos en lugar de victimistas. Si estamos en una época en la que informar ha perdido valor frente a comunicar, que sean los periodistas quienes se apropien de esa vía antes de que, una vez más, el intrusismo nos levante el negocio. Por muy simple que pueda parecer –la suficiencia es otro de los males– y porque esos conocimientos se incluyen ya en el paquete mínimo que demanda el empresario. 

Más allá del trabajo en los medios tradicionales, muchos empleadores exigen al periodista que sea diseñador gráfico, community manager, editor web, montador de vídeos... Luego ya verá si, después de un proceso de selección agotador, contrata a alguien o decide que su secretaria se puede apañar con un par de clases particulares. En venganza, yo ya soy capaz de arreglar la caldera de calefacción gracias a las instrucciones de los foros de internet. Un trabajo menos para el fontanero, aunque me arriesgue a que en una fuga me reviente en la cara. Y así vamos mientras los escapes del periodismo se consideren menos peligrosos que los de gas.

El trabajo es hoy, dice la psicóloga de mi amiga, la licencia para ser adulto. Antes se obtenía a través del matrimonio o, en el caso del hombre, cumpliendo el servicio militar. Ahora, la adolescencia se revela como la única etapa vital reversible. El paro devuelve a quienes se creyeron adultos al nido familiar, a las pagas o la caridad sonrojante, a la pérdida de la autoridad. El SIDA ya no mata, pero nadie encuentra la vacuna. 

No hay comentarios: