No busco nada. No busques nada. Todo es producto de nuestra imaginación.

lunes, 17 de agosto de 2009

Rutina y sorpresa

El verano tiene mucho de rutina y mucho de sorpresa. La rutina viene de la mano del destino. Y es que siempre se suele terminar en el mismo sitio cuando agosto avanza rápido. Si no hay otro punto señalado en el mapa, el pueblo de mis padres suele ser el lugar donde acampar. Es entonces cuando vienen los recuentros con las amigas, las incorporaciones de sus niñas, las idas y venidas a las playas malagueñas y, como no, las salidas en la semana cultural. ¿Cita indiscutible en estos siete días? El Festival de Cante Flamenco. Este año no podía ser menos y allá que me planté con los pocos que nos gusta disfrutar de un rato de música a ritmo de soleares, fandangos o bulerías. La sorpresa llegó cuando entre la gente vislumbré al gran Manuel Bohórquez. Más grande cuando lo saludé y entre la cara rara de no sé quien eres, balbuceó: ¡Coño uno me ha dicho que aquí había una chiquilla de El Correo y mira quién era! Pensamiento y respuesta mía: después de dos años fuera del periódico, sigo siendo una más de El Correo para mi pueblo. ¿En? Sorpresas te da el verano, sorpresas te da la vida.

viernes, 7 de agosto de 2009

Primeras veces

-Dime...
-...¿Cómo fue tu primera vez?
-Pues... Era bastante mayor... A los quince años me dije que no era el momento, luego empecé a retrasarlo y después ya no me atrevía...
Vivía en un mundo qu me trataba como el culo, sin llegar a tocar uno... Obligada a sonreír ante las gracias sobrentendidas, teniendo de referencia las vaginas distendidas que veía en la tele... ¡Un asco!
- Pero, ¿no tenías ganas?
-Oh, sí... Claro. No es que no quisiera hacerlo, es que resultó que.. No encontré la ocasión, ni con quién... No encontré a nadie que me atrajera...
- Una pena...
- Hasta que un día me enamoré y me dije que sería el ideal. Un compañero de trabajo. Lo invité a cenar.
- ¡Ja, ja, ja! ¡Así que esa es tu técnica!
- Chsst. Deja que te cuente.
- Le esperé pensando en las historias que me habían contando mis amigas. Las pocas qu estaban al tanto de mi virginidad me encontraban bella y pura... Él llegó, cenamos, reímos, posponiendo el momento en que pasaría. Yo actuaba confiada y segura, riendo algo alto, bebiendo algo deprisa.. Yo sólo pensaba en eso. Él no lo sabía, claro. Ten en cuenta que en el menú no había puesto "sopa de calabacín, tournedó e himen fresco...". Cuando la conversación se apagó, él dijo que ya era tarde y debería irse. Yo me asusté. Mi gran noche se desvanecía. Y lo retuve. Duerme conmigo.
Él me besó. Yo lo llevé a mi cama. El corazón me latía deprisa. Nos desvestimos con prisa. Nos tumbamos, acariciándonos. Lo analizaba todo. Me sentía húmeda bajo sus dedos. Noté sus dedos y luego la sentí entrar... toda entera. No me dolió.
No sabría decirte si estuvo bien o mal... pero pasó así...
-¡Pero, pero...! ¿Por qué no me lo dijiste antes?
-No lo sé... Igual porque si al final te comportabas como un gilipollas... Nunca te habría dicho lo que te había dado esta noche...
"Así que, a lo largo de los años, llegué a conocerla. No de la manera en que lo conocía a él. A ella no le veía las diminutas gotas de sudor que aparecían y desaparecían en su cara a lo largo del día. Pero, al igual que la hiedra, crecemos allá donde encontramos un hueco. Y me daba la impresión de que ella tenía un hueco para mí. Nunca se despedía en medio de esos silencios que invitan a despedirse. Nunca preguntaba, aunque tampoco cejaba. Ésa es la cualidad que más aprecio en una persona: la de no cejar. Hay gente que necesita que desarrollen una alfombra roja ante ella para acceder a la amistad. Ese tipo de gente no ve las minúsculas manos que se extienden a su alrededor, por todas partes, como si fuesen las hojas de un árbol".

Nadie es más de aquí que tú. Miranda July (Edit. Seix Barral)

jueves, 6 de agosto de 2009

Dulce espera

Espero un OK del último guión. Espero terminar pronto e irme pero siempre dependo de otros. En este caso, otra que no me coge el teléfono. Consecuencia: aumenta mi desesperación. Mientras tanto, me relajo haciendo lo que hago todos los veranos. Disfrutar y saborear el UVE de El Mundo. Como dice la canción serratiana, hoy es un gran día. Dos apellidos, Torío y Simón, resaltan en negrita. I love sus reportajes. I love sus entrevistas.

domingo, 2 de agosto de 2009

Trotasangre

Lo prometido es deuda. Aquí tenéis otra más de mi columnista preferido.

Vampiros

MARCOS TORÍO

Ocho de la mañana y un reguero de humanos -entre los que me incluyo- guarda cola en la puerta de la sala de curas del ambulatorio del barrio. Con nuestros tubos en la mano esperamos a que una enfermera nos perfore la vena. Los adolescentes, en ese limbo absurdo entre la infancia y la edad adulta, se acompañan del padre o de la madre. Unos cumplen en silencio el trámite de la goma, el puño cerrado, el pinchazo y el algodón. Otros, acumulan temor en la ojera y fobia a la aguja. Sangre etiquetada, un código de barras en los glóbulos. Con el sueño mordiéndome los ojos a dentelladas, se me ocurre el arranque de una historia de vampiros. Por la noche, ahogando mosquitos a flashazos de aerosol enhebro mentalmente otro relato disparatado sobre chupasangres.
Abro el periódico y me encuentro el pan impreso de cada día: políticos corruptos, embargos hipotecarios, bancos quejosos, campaña electoral... Los vampiros afilan los colmillos por tercera vez el mismo día. Aplicando la ley del mínimo esfuerzo, apuesto por la última historia, que ya trae los personajes dibujados. Villanos sin romanticismo que juegan a mandar desde los despachos para libar hemoglobina de cuenta corriente, aunque topen con números rojos. Los colegas de Drácula tienen la cola del paro repleta de sometidos al sol de la impotencia, mientras ellos gastan vida de vampiro en el reino de los vivos: sin preocupaciones laborales ni estacas en el camino. Nos molestan como los mosquitos a los que aporrearíamos con una ristra de ajos.
El hartazgo de moda no es el regreso de los vampiros sino la crisis. Los analistas del ocio con ínfulas sociológicas no se resisten a asociar cualquier éxito literario, cinematográfico o televisivo a la coyuntura social y económica. Si triunfa la tetralogía mormona, moña y púber crepuscular de Stephanie Meyer, échele la culpa a la crisis. Si se chuta una transfusión visual de la adictiva y sureña True Blood es que anda perdido en estos tiempos de oscurantismo y decadencia de la fe tradicional. Será entonces que no amanece y el mañana apunta negro cuando los vivos empatizan con zombies sedientos, ocultos de día a dos metros bajo tierra.
La parrilla televisiva y las librerías resucitan propuestas esotéricas con personajes que luchan contra el mal, adivinan el futuro y leen mentes ajenas. Las soluciones quedan para la ficción y no quiero más análisis que los de sangre si me apetece disfrutar de la serie de Alan Ball o reivindicar Buffy Cazavampiros. Si no podemos hincar los incisivos a los vampiros reales, disfrutemos con los catódicos. Ellos se beben la crisis y no nos chupan la sangre.