No busco nada. No busques nada. Todo es producto de nuestra imaginación.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Carta a Cayetano Martínez de Irujo, el ejemplo de progresar

Querido Cayetano,

Hace ya una semana de su aparición en Salvados. Desde entonces no he dejado de pensar en la siguiente frase, que usted pronunció: "Los jóvenes andaluces no tienen ningún afán de progreso. Son diferentes al resto de España. Ni en Extremadura pasa, solo en Andalucía. Aquí, la gente no quiere progresar". Ante esto, me pregunto cuál es el significado de progresar para usted. Tal vez, es el de heredar, algo conocido por usted, ¿no? ¿Eso es progresar en la vida? ¿Recibir lo que mi madre tiene y sacarlo adelante? Le cuento cuatro casos de personas andaluzas, todas de mi familia.

1. Antonio se quedó sin padre a los tres años. Nació en los años cuarenta en un pueblo muy pequeño de la Sierra Sur de Sevilla. Nunca pasó hambre pero recuerda con especial atención la mañana en que se encontró un papel con atún y se lo comió a escondidas con miedo a que descubrieran su "tesoro". Tuvo su primer trabajo a los nueve años. Estuvo una noche guardando cochinos y cuando regresó a su casa, su abuelo, al que consideraba su padre, le dijo: "¿qué te pasa? ¿por qué lloras?" Él contestó: "No quiero ir más, abuelo. Me da miedo". Su abuelo, tranquilo y paciente, le dijo: "No llores más. No vas a ir otra vez". No lo tuvo que hacer nunca más. A los 24 años decidió irse a Alemania con unos amigos del pueblo y cuando regresó, tres años más tarde, se quedó con su novia en Sevilla. Allí trabajó, primero, en una fábrica de abono y después, durante 35 años, como camionero en una empresa. Ahora, pasea su vejez entre un colegio de adultos para obtener el título de secundaria, la práctica del deporte y la recogida de aceitunas. A diario come atún y no se esconde de nadie, viaja a Alemania o Londres no por trabajo sino por placer y anima a sus hijas a luchar por lo que quieren.

2. Ana nació en el cortijo El Kiosko de Moreta, en Sevilla. Su padre lo heredó de su suegro y allí plantó unos olivos que hoy tienen casi cincuenta años. Era la niña de su familia y, como tal, nunca le faltó algo de comer que llevarse a la boca. Sus días pasaban entre cuidar la gallinas, recoger sus huevos y limpiar la casa. Desde su cortijo, se veía el pueblo y ella soñaba siempre con vivir allí, lejos del campo y cerca de la gente. Lo consiguió a los 18 años pero no se fue al pueblo. Viajó hasta Sevilla con una tía y empezó a trabajar como costurera en una boutique. Cuando su novio regresó de Alemania, le pidió que se fuese al pueblo con él. Ella no quiso y le dijo que si quería estar con ella tendría que vivir en Sevilla. Ya había dado una señal en un piso para comprarlo. Él, enamorado, cedió y se vino a la capital. Después de cuatro años de convivencia, tuvo dos hijas a las que inculcó el sentido de la responsabilidad y el valor de la independencia económica.

3. Ana Reyes nació ya en Sevilla y fue a uno de los colegios concertados de la ciudad. Su infancia la pasó en un piso de 49 metros cuadrado, en el que llegaron a vivir sus dos abuelas, sus padres, su hermana y ella. A pesar de no estar en una casa rodeada de libros, prefería quedarse leyendo o viendo la televisión en casa a estar jugando con las demás niñas en la calle. Con 23 años, terminó su carrera de Turismo y se marchó a trabajar a Londres. Allí estuvo cinco años y consiguió dirigir el departamento de ventas de fútbol de un tourperador británico. Ahora es azafata de vuelo y recorre el cielo aéreo de Europa y del Norte de África. Hoy es una lectora voraz de libros en varios idiomas y ama el placer de cocinar, ver series de televisión on line y viajar.

4. Manuela Reyes es la misma que escribe. Estudié en el mismo sitio que mi hermana, Ana Reyes, y aprendí las ganas de luchar y las ventajas de la independencia económica inculcadas por mi padre y mi madre respectivamente. Fui la primera de mi familia en tener una carrera universitaria, soy periodista y  no me ha faltado el trabajo hasta hace un año. Desde entonces, ando enmascarando mi rutina con trabajos de sustituciones, colaboraciones y cursos de formación. Mis ideas futuras pasan por poner fin a esta situación aunque para ello tenga que emigrar a otra parte de Europa o, incluso, a América Latina.

Estas son las cuatro historias. Ahora le toca a usted, señor Cayetano, ¿considera que esto es progresar o no?

jueves, 8 de diciembre de 2011

No metas la pata en Twitter

Bebe no sabía dónde se metía cuando pronunció estas palabras.



O tal vez sí y lo que ahora lleva siendo dos días trending topic es lo que buscaba. A estas alturas, no se sabe si este speech es resultado de una estrategia de marketing o simplemente de su mala educación. Sí está claro que Bebe ha pasado el límite con la prensa, tal vez, por desconocer una profesión que hoy vive sus horas bajas y tiene que aguantar el desprecio de personajes como esta, que va de provocadora para vender discos y todavía no se ha enterado que para ir de eso debe tener arte, algo que escasea en su caso.

La cuestión es que este enlace de YouTube empezó a ponerse en Facebook el lunes. Corrió como la pólvora de un muro a otro. Sin embargo, no fue hasta su salto a Twitter cuando se empezó a hablar de él, incluso en los medios de comunicación. La red social de microblogging tiene eso: o te premia o te sepulta. Despiadado y sin misericordia, Twitter no admite equivocaciones. Es más, si lo haces, los usuarios, seguidores o no, optarán por recordártelo de por vida con hashtag que quedarán en la retina de todos. #turismobisbal o #unmojonparabebe son ejemplos de que esta red social es muy vigilante con todos y, además, da voz a todos. ¿Se trata de la comunicación más democrática? No lo sé pero lo que sí aconsejo es que vigiles lo que publicas porque un error tuyo puede ser el trending topic (maligno) de mañana.

viernes, 2 de diciembre de 2011

¿Sólo o solo?

A diario, me sorprendo con la errónea utilización de la tilde en el adverbio solo en periódicos, un uso que incluso se traslada a los titulares de portada después de casi dos años de que la Real Academia Española modificara su regla y decidiera suprimir esta tilde.
Consulté esta cuestión hace unas semanas con un amigo periodista de El Mundo y su respuesta fue que en el libro de estilo de su periódico aún no está recogida esta nueva norma. Además, añadió, "no es una norma, es una recomendación y si lo ve la gente se creerá que es una falta de ortografía". Mal. Muy mal. Le respondí la verdad: esto es una nueva norma y ahora es una FALTA DE ORTOGRAFÍA el poner el acento. Además, como periodista deberíamos tener una responsabilidad mayor con lo que escribimos porque somos transmisores de los cambios del lenguaje. Si no aceptamos los cambios, estaríamos hablando igual en castellano antiguo, ¿no? El lenguaje avanza y, como consecuencia, tenemos que poner en práctica sus cambios.

Tal vez, la deficiencia venga por la falta de canalización de este cambio. Por ello, dejo el enlace en el que se explica el cambio y lo expongo a continuación:

Eliminación de la tilde diacrítica en el adverbio solo y los pronombres demostrativos incluso en casos de posible ambigüedad
  La palabra solo, tanto cuando es adverbio y equivale a solamente (Solo llevaba un par de monedas en el bolsillo) como cuando es adjetivo (No me gusta estar solo), así como los demostrativos este, ese y aquel, con sus femeninos y plurales, funcionen como pronombres (Este es tonto; Quiero aquella) o como determinantes (aquellos tipos, la chica esa), no deben llevar tilde según las reglas generales de acentuación, bien por tratarse de palabras llanas terminadas en vocal o en -s, bien, en el caso de aquel,por ser aguda y acabar en consonante distinta de n o s.
  Aun así, las reglas ortográficas anteriores prescribían el uso de tilde diacrítica en el adverbio solo y los pronombres demostrativos para distinguirlos, respectivamente, del adjetivo solo y de los determinantes demostrativos, cuando en un mismo enunciado eran posibles ambas interpretaciones y podían producirse casos de ambigüedad, como en los ejemplos siguientes: Trabaja sólo los domingos [= ‘trabaja solamente los domingos’], para evitar su confusión con Trabaja solo los domingos [= ‘trabaja sin compañía los domingos’]; o ¿Por qué compraron aquéllos libros usados? (aquéllos es el sujeto de la oración), frente a ¿Por qué compraron aquellos libros usados? (el sujeto de esta oración no está expreso y aquellos acompaña al sustantivo libros).
  Sin embargo, ese empleo tradicional de la tilde en el adverbio solo y los pronombres demostrativos no cumple el requisito fundamental que justifica el uso de la tilde diacrítica, que es el de oponer palabras tónicas o acentuadas a palabras átonas o inacentuadas formalmente idénticas, ya que tanto solo como los demostrativos son siempre palabras tónicas en cualquiera de sus funciones. Por eso, a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas incluso en casos de ambigüedad. La recomendación general es, pues, no tildar nunca estas palabras.
  Las posibles ambigüedades pueden resolverse casi siempre por el propio contexto comunicativo (lingüístico o extralingüístico), en función del cual solo suele ser admisible una de las dos opciones interpretativas. Los casos reales en los que se produce una ambigüedad que el contexto comunicativo no es capaz de despejar son raros y rebuscados, y siempre pueden evitarse por otros medios, como el empleo de sinónimos (solamente o únicamente, en el caso del adverbio solo), una puntuación adecuada, la inclusión de algún elemento que impida el doble sentido o un cambio en el orden de palabras que fuerce una única interpretación.