No busco nada. No busques nada. Todo es producto de nuestra imaginación.

domingo, 21 de agosto de 2011

La mirada (des)interesada

Cualquiera que vive en Madrid puede pasar sus días sorteando la suerte y las caras conocidas. ¿Quién no se ha cruzado con un actor, cantante, famoso de tres al cuarto o político también del tres al cuarto? Durante unos meses de 2010 viví en la calle Luna, paralela a Gran Vía. Se trata de un lugar vivo no solo por las putas que lo pueblan sino también por los personajes que lo pasean. Elena Anaya, Hugo Silva, Olivia Molina son algunos. Hay otros más.

Entre tanto apellido y nombre del papel couché, un día se cruzó en mi camino Antonio López. Sigo su obra desde hace tiempo y me sorprendió verlo sentado en el mismo vagón de metro que yo. Era el mediodía de una fecha cualquiera de invierno. Iba tal cual lo pintaba días antes el periodista Antonio Lucas en su entrevista semanal en El Mundo: pantalón y camisa de los años ochenta, gafas bajadas en la nariz y aire despistado. Sus manos portaban un periódico enrollado y su mirada no se detenía en nada, solo en el negro que devuelve todo cristal del metro. No había más paisaje que el ofrecido por los acompañantes de vagón y yo me entretuve en contemplarlo. El que es hoy el artista más importante del realismo español no hizo nada durante su viaje. Mientras tanto, yo fantaseaba sobre sus pensamientos y veía en su mente trazos por pintar de algún cuadro inacabado o nuevos bocetos de esculturas futuras.

Hoy he comprobado que su universo es complejo. No he querido irme de Madrid sin visitar la retrospectiva que el Museo Thyssen-Bornemisza acoge hasta el 25 de septiembre. El visitante puede hacer un recorrido por la obra más importante de este hombre silencioso y en apariencia despistado. Juega con la luz, la estudia, y muestra imágenes reales de lo que ve. No hay trazos de más. No hay interpretaciones en los colores. Todo es (casi) perfecto e incluso alguna vez roza lo geométrico en sus vistas de Madrid desde Vallecas o sus diferentes ópticas de la Gran Vía. Muestra en sus obras el Madrid de las inmensidades, de la maraña de pisos amontonados en posición vertical, del horizonte envuelto en una neblina de contaminación que hace de esta ciudad un lugar único, vibrante, ensordecedor... Un sitio bello y feo, definido a la perfección por el propio artista en esta entrevista publicada en El Mundo en 2006:

"No sabría decirte, un lugar especial, urgente, duro, fascinante. Transmite mucha veracidad. Es un rincón de supervivencia. Como si no hubiese lugar para la belleza. A veces, creo que, no sólo Madrid, sino que España se ha pintado poco. Para un artista, es un terreno muy virgen (...)".

domingo, 14 de agosto de 2011

Puente en Madrid

Es el tercer verano que Madrid domina mis veranos. El primero lo pasé decidiendo mi ida a la capital, el segundo trabajando y este tercero en el mismo estado que el anterior. Dos meses de alta en la seguridad social que dan tregua a un paro de casi dos años, un cese del cobro de la ayuda al desempleo y un sentimiento de no saber qué camino tomar.
Con la fecha de vuelta al estado no laboral marcada en el calendario, paso los días. Mi mente se resiste a pensar que el invierno lo pasaré pulsando el intro del ordenador sin saber si ese correo será el definitivo para encontrar un nuevo puesto en el que demostrar que soy joven pero capacitada para trabajar dándolo todo, con la única intención de marcar mi camino en la vida, construir mi estabilidad y huir de la incertidumbre del mañana.
Mientras tanto, disfruto del puente en Madrid y la miro desde el cielo. Imagino la vida en esas azoteas de Malasaña, recuerdo lo vivido en el Instituto Cervantes, recorro los escenarios de la visita papal y me centro en esa cúpula que marca el inicio de la Gran Vía, una calle que transité a diario durante un año. Me llevaba a mi casa, me devolvía al trabajo. Entonces vivía casi sola. Ahora el casi sobra. Madrid me pone a prueba. Yo la supero. Lo que no supero es el echar de menos a "mi gente", esas que tengo en el sur y en la isla. Menos mal que el teléfono y la comunicación 2.0 acortan la distancia.
Entre una cosa y otra hallo la posibilidad de leer a mi columnista preferido en este blog. Cada viernes el vecino de su página de opinión cuelga su producto para que sus seguidores la lean. Yo la leo, pero no la suya sino la de mi inquilino. Al menos así compruebo que trabaja...
¿Algo bueno de la capital? La posibilidad de visitar una buena exposición por dos euros. Cristina García Cordero muestra su visión gallega de la última época en el Bellas Artes. Sorprenden sus imágenes por la tristeza, la desolación y la mirada ignorante de sus protagonistas. Se trata de una oportunidad para conocer otra época de la España más rural y, por ende, más auténtica.
No pongo punto final a mi estancia aquí con esta muestra. Todavía quedan dos semanas por delante para seguir con el estrés diario, alimentando el deseo de estar tumbada en mi paraíso un año más. Porque Madrid marca mis veranos hace tres años ya, pero Formentera separa mis años cada septiembre. No tengo más Nocheviejas que las pasadas en la isla. Sin uvas, sin 31 de diciembre, sin canción de Mecano, sin cuartos, sin champán, sin capas de Ramontxu, sin galas horteras, sin últimos anuncios, sin nada... Solo con la posibilidad de hacer balance de lo bueno y malo escribiendo propósitos de año nuevo que nunca cumpliré. Solo con el deseo de que todo cambie.