No busco nada. No busques nada. Todo es producto de nuestra imaginación.

domingo, 14 de agosto de 2011

Puente en Madrid

Es el tercer verano que Madrid domina mis veranos. El primero lo pasé decidiendo mi ida a la capital, el segundo trabajando y este tercero en el mismo estado que el anterior. Dos meses de alta en la seguridad social que dan tregua a un paro de casi dos años, un cese del cobro de la ayuda al desempleo y un sentimiento de no saber qué camino tomar.
Con la fecha de vuelta al estado no laboral marcada en el calendario, paso los días. Mi mente se resiste a pensar que el invierno lo pasaré pulsando el intro del ordenador sin saber si ese correo será el definitivo para encontrar un nuevo puesto en el que demostrar que soy joven pero capacitada para trabajar dándolo todo, con la única intención de marcar mi camino en la vida, construir mi estabilidad y huir de la incertidumbre del mañana.
Mientras tanto, disfruto del puente en Madrid y la miro desde el cielo. Imagino la vida en esas azoteas de Malasaña, recuerdo lo vivido en el Instituto Cervantes, recorro los escenarios de la visita papal y me centro en esa cúpula que marca el inicio de la Gran Vía, una calle que transité a diario durante un año. Me llevaba a mi casa, me devolvía al trabajo. Entonces vivía casi sola. Ahora el casi sobra. Madrid me pone a prueba. Yo la supero. Lo que no supero es el echar de menos a "mi gente", esas que tengo en el sur y en la isla. Menos mal que el teléfono y la comunicación 2.0 acortan la distancia.
Entre una cosa y otra hallo la posibilidad de leer a mi columnista preferido en este blog. Cada viernes el vecino de su página de opinión cuelga su producto para que sus seguidores la lean. Yo la leo, pero no la suya sino la de mi inquilino. Al menos así compruebo que trabaja...
¿Algo bueno de la capital? La posibilidad de visitar una buena exposición por dos euros. Cristina García Cordero muestra su visión gallega de la última época en el Bellas Artes. Sorprenden sus imágenes por la tristeza, la desolación y la mirada ignorante de sus protagonistas. Se trata de una oportunidad para conocer otra época de la España más rural y, por ende, más auténtica.
No pongo punto final a mi estancia aquí con esta muestra. Todavía quedan dos semanas por delante para seguir con el estrés diario, alimentando el deseo de estar tumbada en mi paraíso un año más. Porque Madrid marca mis veranos hace tres años ya, pero Formentera separa mis años cada septiembre. No tengo más Nocheviejas que las pasadas en la isla. Sin uvas, sin 31 de diciembre, sin canción de Mecano, sin cuartos, sin champán, sin capas de Ramontxu, sin galas horteras, sin últimos anuncios, sin nada... Solo con la posibilidad de hacer balance de lo bueno y malo escribiendo propósitos de año nuevo que nunca cumpliré. Solo con el deseo de que todo cambie.

1 comentario:

Patricia dijo...

Te echamos de menos...