Vivo rodeada de putas. Sí. Mi barrio está lleno de callejuelas custodiadas por mujeres de la calle. Ellas van cambiando. Según la hora del día, aparecen diferentes modelos de mujer. Por la mañana, están las de toda la vida. Son mujeres de unos 40 años, bien vestidas y peinadas, pintadas con humor y siempre con un cartón debajo del brazo por si apoyan su culete en una esquina sucia. Por la tarde, el escaparate es otro. Llegan las más jovencitas, las de otros países, los travestis... Son las que salen en los telediarios, en la prensa. Son la imagen que tenemos de la prostitución.
Hoy, todas, trabajadoras sin ser reconocidas como tal, han seguido su rutina. En teoría, todo debería parar. Funcionarios, dependientes, camareros, artistas, conductores, periodistas... Todos, incluso los chinos, decían algunos. Eso era en teoría porque en la práctica han sido pocos, al menos aquí en Madrid, los que han optado por parar su trabajo. Sí. Tal vez sea porque no se creen a nadie, ni a los que salen con pancartas ni a los que presumen de corbatas gubernamentales. Porque ellos no ofrecen nada, de momento. Sólo datos negativos que agobian hasta al más cabal.
1 comentario:
... Y George, de Malí, con una pegatina de CCOO en la camiseta, seguía vendiendo pañuelos en un semáforo de Kansas City (Sevilla).
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