No busco nada. No busques nada. Todo es producto de nuestra imaginación.

viernes, 3 de febrero de 2012

Trotadinero

Artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares y difundido en la Red. Mucha razón en todo lo que cuenta. El dinero marca la vida de todos. Para bien o para mal es así. Me quedo con esto: 

"El pobre –o cómo el parado bajó el escalón de la clase media– no puede hablar de otra cosa. Crecen sin cesar, a ritmo de la gráfica del Inem, los economistas de salón. Todo desempleado y/o asfixiado por facturas lleva uno dentro. Sin título y con
 pico de Lazarillo de Tormes."


"Gana el banco, empata el moroso y paga el perjudicado. Lo que haga falta para perpetuar un sistema en lucha por transformarse para seguir igual". 


DINERO


POR MARCOS TORÍO


El zapeo de periódicos al que recurro para poder asir este espacio me ha dejado la mente en blanco, en quiebra de ideas, el cerebro hastiado de titulares en números rojos. No importa que las informaciones versen sobre despidos en la Administración, el cierre de una aerolínea, los trajes de Camps, el que le ha hecho Urdangarín a la monarquía o la enésima vez que la sargento Merkel llama al orden al españolito de boina y cargo. La raíz es, en todos los casos, monotemática: dinero. 

Dinero que falta, evaporado en las manos de prestidigitadores –y desprestigiadoras– de la especulación y la irresponsabilidad. Pasta ficticia, lustrosa por fuera y hueca como una masa de hojaldre en el horno, que polinizaba bancos, capitales etéreos y créditos sin que nadie supiera qué viento había traído la semilla. Los expertos de las más renombradas universidades se encargaban de legitimar la reproducción asistida, aun conociendo la gestación fantasma. 

Ni los pudientes pueden resistirse al lenguaje de los billetes, considerado en su círculo como de mal gusto. Una ordinariez con la que desenmascaraban a los congéneres de nuevo cuño. No se lamentan –está feo, ya se sabe–, pero dejan de adornarse la fachada de su vida. Guardan bajo el colchón de la casta con la seguridad del margen. El pobre –o cómo el parado bajó el escalón de la clase media– no puede hablar de otra cosa. Crecen sin cesar, a ritmo de la gráfica del Inem, los economistas de salón. Todo desempleado y/o asfixiado por facturas lleva uno dentro. Sin título y con pico de Lazarillo de Tormes. Picaresca del consumismo. El arte del regateo. Se renegocian la tarifa y los servicios de la ADSL, las comisiones del banco y ya no importa tanto el último módelo de móvil como una rebaja en la factura. En realidad, cada vez se habla menos sobre las desgracias. Se chatean por WhatsApp. 

La lupa del ahorro prende donde antes nadie acercaba el ojo. Los intermediarios tiemblan y los servicios luchan por ser esenciales, imprescindibles en la rutina capitalista. La criba es imparable. Hay quien conduce hasta Sa Pobla a por sacos de patatas recién cosechadas igual que se descargan películas para ahorrar la entrada de cine. Las palomitas son un lujo; el refresco, combo del exceso; y el cierre de Megaupload, una estocada –comprensible– al ocio gratuito. Las primeras marcas han mutado en entes con menos brillo, un poltersgeit incapaz de escapar de la pantalla del televisor. La cartera perdió su condición autómata y escala, consciente, la inflación del miedo. 

Todo parece caro. Por eso el secreto del éxito radica en simular ser barato. O incluso en conseguirlo. A cualquier precio. Valga la redundancia. Ryanair imparte lecciones de necesidades básicas y las empaqueta en una maleta de 55x40x20 centímetros. Se puede viajar con equipaje de mano, igual que no hay yogures malos sino paladares demasiado exquisitos. Todo depende de la nómina con la que se mire. 

Mientras, los acreedores tocan puertas cerradas. Y, si se abren, recibe el banco. El Govern ha lanzado a los suyos a las entidades de confianza, que saldan la deuda a cambio de que el asfixiado se haga cargo de los intereses del crédito autonómico. El colmo: aceptar impuesto revolucionario por cobrar lo propio. Euríbor más dos puntos de diferencial. Otra medida lenteja: o la tomas o la dejas. Gana el banco, empata el moroso y paga el perjudicado. Lo que haga falta para perpetuar un sistema en lucha por transformarse para seguir igual. 

Merkel apretará a todos para que los griegos le paguen; los dueños de Spanair sestearán como consejeros de alguna corporación, deseosa de saber cómo levantar tanta pasta sin consecuencias; Urdangarín expondrá sus teorías sobre la polinización ante el juez; y Ryanair afianzará su condición de metáfora de la crisis. Así, este artículo, como los periódicos, sólo hablaba de dinero. 

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