La luna llena quiso que intuyera su silueta. Frondosa, voluminosa, incluso a veces un poco montañosa. Menorca se abría para los visitantes sin contemplaciones. Mostraba todas sus curvas y ella, coqueta, sabía que pronto la amarían para siempre.
Han sido unos días de descubrir la Minorica de las Baleares, de recorrer sus pueblos, sus playas, sus faros, sus restaurantes, sus bares, su discoteca.
Ha merecido la pena conocer esta isla mediterránea, que tiene en común con las otras el azul de sus aguas, la tranquilidad de sus parajes y el sol radiante.
Un nuevo destino. Sí. Otro lugar más para recomendar entonando el grito de I LOVE MENORCA.
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