"Baja de las alturas", le decían algunos.
"No pienses más", repetían otros.
Sin embargo, a ella le encantaba perderse entre líneas de pensamientos nutridos por entrevistas escuchadas desde la invisibilidad regalada por unos cascos y una pantalla de ordenador.
Se imaginaba paseando por ese hotel, bañándose en esa playa y comiendo esas langostas únicas por, según contaba el botones, estar pescadas en terreno rocoso.
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